NI CIVILIZACIÓN NI BARBARIE, UNA NACIÓN PARA TODOS...
INTRODUCCIÓN:
1) Contextualización general
En esta época,
1830, la mayoría de la población de nuestro territorio se encontraba en la
campaña pero la baja densidad de habitantes determinaba que estas tierras
estuvieran despobladas, por lo tanto, existía una escasa urbanización.
La región
presentaba debilidad en el mercado interno, en el transporte y las
comunicaciones. La economía estaba basada en la explotación ganadera extensiva,
aprovechando las condiciones naturales del lugar -latifundios-. La agricultura
era mínima, ya que lo que más se consumía eran las carnes y la industria se
limitaba a algunos saladeros. Por otro lado, el comercio exterior se convirtió
en el gran recurso teniendo como punto estratégico el puerto de Montevideo.
Las guerras
revolucionarias acentuaron el desorden en la propiedad de la tierra y del ganado,
no existían los títulos ni la propiedad privada, muchos de los propietarios
españoles emigrados.
Si bien el nivel
cultural era muy bajo, la mayoría de la población era pobre, analfabeta e
inculta; existía un grupo de intelectuales influenciados por las ideas
europeas, que conformaban una élite.
En el territorio
nacional existe un dualismo insoluble:
·
Montevideo - Campaña
·
Ciudad europeizada- Campaña semibárbara
·
Ciudad comerciante- Campo productor
En consecuencia, en
el campo se gestó un clima de hostilidad hacia la ciudad: era el lugar desde el
cual venían las órdenes y las trabas a una libertad personal, considerada como
el máximo valor. El mayor exponente de esto fue el gaucho.
Por otro lado, la
ciudad abierta al mundo a las influencias ideológicas y de la moda europea,
miró a la campaña como sede de barbarie y al gaucho como sede del indígena
salvaje que debía desaparecer para que “la civilización” se asentara
definitivamente en la Nación. Ello implicaba orden, autoridad y sujeción a la
voluntad de los hombres cultos de la ciudad. De esta convicción nace la Constitución
de 1830, como instrumento de orden, perfecta en el papel pero inadecuada a la
realidad social a la que pretende aplicarse.
Ningún gobernante
uruguayo de estos años llegó a pensar en términos exclusivamente orientales, de
allí la “internacionalización de los partidos” y el hecho de que el partido
precediera a la Nación.
Los países vecinos
intervinieron ampliamente en la política nacional apoyando a caudillos o
doctores, a gobiernos o revolucionarios, para fomentar situaciones que
justificaran su intervención y un posible establecimiento definitivo.
Recién en la Guerra
Grande (1839-1851), se tomó conciencia del peligro y se comenzó a transitar por la senda de la
nacionalidad uruguaya.
Retomando lo dicho
anteriormente, el gaucho como tipo social se expresó a través del caudillo
(figura de la revolución americana).
“El caudillismo en
América fue la expresión social y política primitiva y elemental de la voluntad
popular que aparece en la etapa postrera del régimen de Indias, al producirse
la crisis originada por la acefalía de la Corona Española. Las circunstancias
que concurrieron para determinar su advenimiento y supervivencia, fueron comunes a las distintas regiones, pero
cada uno de los caudillos reflejó en su vida, las características de la época,
del medio geográfico en el que surgió y de su estado social” (Prólogo de Pivel
Devoto)
Si bien se
desarrolla este fenómeno en toda América, en cada región tiene una impronta
diferente.
Según Alfonso X
"El sabio", el caudillo debía contar con:
“Esfuerzo, maestría
y ceso son tres cosas que convienen de todas maneras tengan los que bien
quieren guerrear”.
“El caudillo debía
ser un hombre de pueblo que descubre en un hombre, virtudes y rasgos en los que
cada uno ve reproducidos los suyos propios o los que desea poseer. Cada
componente de la masa se considera reflejado en la personalidad del conductor…”
(Pivel Devoto)
2) Primeras
presidencias (1830-1838)
Teniendo en cuenta
lo expuesto anteriormente, la República nació con urgentes problemas que
atender.
·
Había que reformular las diversas
instituciones heredadas de las dominaciones pasadas y encontrar hombres idóneos
para desarrollar las respectivas tareas.
·
Había que desarrollar una política exterior
efectiva que obtuviera el reconocimiento oficial de “nuevo estado” y la
ubicación precisa de nuestros límites geográficos.
La elección del General Fructuoso Rivera
(1830) como presidente no auguraba una pronta resolución de estos problemas. Fue
un caudillo prestigioso, pero no tenía experiencia en cuestiones
administrativas. Se sintió más cómodo en el campo y dejó el gobierno en manos
de “doctores” que se enfrentaron a él, varias veces, contando con apoyo
externo. En 1834 dejó su cargo para ocupar la Comandancia General de la Campaña
(cargo creado por éste para su conveniencia).
Lo sucedió en la presidencia el General Manuel
Oribe (1835-1838). Educado en la disciplina militar, apegado a las normas
sociales y legales. Fue la antítesis de Rivera: quizo ordenar la
administración, controlar el gasto público y combatir el desorden; esto explica
sus enfrentamientos. Lo acompañaron en su gestión: Giró, Pereira y Llambí,
entre otros.
La eliminación de la Comandancia General de la
Campaña llevó a la revolución de Rivera y sus partidarios en 1836, dando lugar
a un acontecimiento trascendente para nuestra Nación: la Batalla de
Carpintería, a partir de la cual surgen las divisas:
“Del color de esa
divisa (blanca) ha tomado su nombre popular el partido de Oribe. El partido
colorado adoptó por consiguiente otra divisa para distinguirse de sus enemigos,
singularmente en las funciones de guerra. Su primer color fue el celeste,
tomado de la escarapela nacional, pero este color debilísimo en los tejidos en
los que podían hacerse no resistía la acción atmosférica: de ahí vino la
necesidad de cambiarlo, y se cambió naturalmente por el colorado, de mayor
firmeza y que es el más común en las telas que se emplean en la campaña para
forrar los ponchos (…)” (Manifiesto de Andrés Lamas, 1845).
Oribe decretó el uso de una divisa blanca para
“los defensores de las leyes”; Rivera adoptó una cinta colorada, usual en los
ponchos. Así nacieron los partidos “blanco” y “colorado”.
Se alinearon casi automáticamente: por un
lado, Rivera, los unitarios argentinos y Francia; y por otro lado, Oribe, Rosas
y los federales porteños (a ayuda de Rosas fue parcial porque se hallaba en
conflicto con Francia). Se enfrentó un ejército colorado que avanzaba desde la
campaña y una escuadra francesa hostil frente a la bahía montevideana,
obligando a Oribe a renunciar a su cargo. Este enfrentamiento ideológico da
lugar al conflicto bélico conocido como Guerra grande.
3) Guerra
Grande
Comenzó a gestarse cuando Rivera derrotó a
Oribe en junio de 1838 y le exigió su renuncia. Las influencias extranjeras y
rivalidades partidistas y personalistas fueron preparando el ambiente.
Etapas:
·
1era etapa: se desarrolló en
territorio argentino y fue favorable a Rosas y Oribe. Pusieron sitio a
Montevideo desde 1843 hasta 1851.
·
2da etapa: “Sitio grande”
convirtió a Montevideo en “La nueva Troya” según Alejandro Dumas. Así quedó el
país dividido en dos partes: Montevideo regido primero por Rivera y luego por
miembros del partido colorado _Gobierno de la Defensa_ ; el resto del país
dominado por Oribe y los blancos desde el _Gobierno del cerrito_
apoyado por Rosas.
En Montevideo la mayoría de la población era
europea, propagaron las costumbres, modas, idiomas, ideas políticas liberales,
su literatura…sembraron la admiración hacia Europa.
Oribe recibió críticas de sus propios
partidarios: Berro, Acevedo y Giró quienes impulsaron la consolidación del
partido blanco que defendía la nacionalidad contra las fuerzas extranjeras.
El conflicto nacido entre dos hombres
(Rivera-Oribe), se amplió a sus respectivos bandos políticos
(colorados-blancos), se hizo platense al participar los unitarios porteños y
Rosas, luego se internacionalizó al intervenir Francia e Inglaterra.
El cansancio de la larga guerra presionó por
la conciliación: 1851 “no habrá vencidos ni vencedores”. A punto de perder la
independencia los orientales reaccionaron para conservarla. Aflora el
sentimiento de nación y el proceso para consolidarla y nace la Política de Fusión,
muchos coincidieron en una política que hiciera primar los intereses nacionales
sobre los partidarios. Este es el objetivo del Manifiesto de Andrés Lamas
(1855), que condenando a las divisas y al caudillismo procuraba asegurar el
predominio del núcleo dirigente urbano de los "doctores" sobre el
medio rural anarquizado (los gauchos).
4) Política
de Fusión
Fragmento del manifiesto del Dr. Andrés Lamas, 1855:
“Primero de
todo preguntémonos, ¿qué representan esas divisas blancas y esas divisas
coloradas? Representan las desgracias del país, las ruinas que nos cercan, la
miseria y el luto de las familias, la vergüenza de haber andado pordioseando en
los dos hemisferios, la necesidad de las intervenciones extranjeras, el
descrédito del país, la bancarrota con todas sus amargas humillaciones, odios,
pasiones, miserias personales.
¿Qué es lo
que divide hoy a un blanco de un colorado? Lo pregunta el más apasionado, y el
más apasionado no podrá mostrarme un solo interés nacional, una sola idea
social, un solo pensamiento de gobierno en esa división. Mía es esa fórmula de
la pacificación de 8 de octubre de 1851: “Ni vencidos ni vencedores”. Pero
concebí entonces, como concibo ahora, la imposibilidad práctica de toda fusión
mientras se conserven las antiguas denominaciones. Tan mala es una de esas
divisas como la otra. Rompo pública y solemnemente esta divisa colorada, que
hace muchos años que no es a mía, que no volverá a ser la mía jamás. No tomo, no,
la divisa blanca, que no fue la mía, que no la será jamás. Repudiando las
divisas, repudio la guerra civil representadas por ellas. ¿Cuál sería el
programa del nuevo partido, del partido en que se reunieran los que dejen de
ser blancos y los que dejen de ser colorados? Ante todo, el Estado Oriental del
Uruguay es y será para siempre libre, independiente de todo poder extranjero.
Jamás será el patrimonio de persona ni de familia alguna. Repetimos: no hay
confianza, no puede haberla sin que salgamos del pantano de nuestros antiguos
partidos, sin que nos unamos. Siempre habrá partidos: pero hagamos partidos
pacíficos, legales, que representen cosas y no nombres…”
DESARROLLO:
Bernardo
Prudencio Berro (Montevideo, 1799 - 1868). Poeta y político uruguayo,
presidente de la República entre 1860 y 1864. Comenzó sus actividades políticas
durante el gobierno de Oribe. Miembro del partido blanco, participó en los
enfrentamientos que siguieron al derrocamiento de Oribe, tras los cuales fue
elegido senador y, más tarde, ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores.
En 1860 se le
nombró presidente, cargo que abandonó en 1864 a raíz de las luchas que
mantenían el partido colorado y el partido blanco. En 1868, durante una
sublevación protagonizada por su partido contra el predominio de los colorados,
fue asesinado.
Su actividad
literaria como poeta se desarrolló sobre todo entre los años 1824 y 1837. Sólo
tres composiciones, aparecidas en El Parnaso Oriental (1836), fueron
publicadas en vida del autor. Su poesía, de corte clasicista, tiene como
modelos a los poetas barrocos del siglo XVII español; predominan en ella los
temas filosóficos, morales, patrióticos, humorísticos y bucólicos. Una de sus
mejores composiciones es la titulada Epístola a Doricio, que el poeta
dedicó en 1832 a su amigo Doroteo García.
“Francisco Acuña de Figueroa es el más
importante poeta del periodo neoclásico. Pero ninguna composición suya tiene la
altura, la redondez de tres poemas extensos de Bernardo P. Berro, un poeta
accidenta alrededor de su treintena y un personaje sobre el que habrá de volver
en otros dominios: la Oda a la Providencia, la Epístola a Doricio y la Epístola
sobre el poder y la excelencia del amor, dedicada entonces a su amigo Florencio
Varela. La mejor veta de la poesía eglógica del siglo XVIII brilla en ellos; el
más claro y firme pensamiento de la ilustración europea habla por sus versos”.
Junto a la
poesía y la política, las ciencias naturales ocuparon buena parte de las
ocupaciones de Bernardo Berro, seguramente por influencia de su tío Dámaso
Larrañaga. En 1837 ingresó en la Comisión del Museo Nacional de Historia
Natural; junto a Vilardebó e Isabelle, fue uno de los responsables de la
excursión científica al Arroyo del Pedernal.
Esta obra, "El
caudillismo y la revolución americana", consiste en plantear la polémica
entablada entre Manuel Herrera y Obes y Bernardo Prudencio Berro, en la cual
cada uno de estos políticos manifiestan su postura y defensa frente a las
divisas centrándose en la figura del caudillo en nuestro territorio. Nos
centraremos en la postura de Berro:
Réplica a los “estudios sobre la
situación”:
Berro
comienza haciendo una crítica al diario “El conservador”, diario oficial del
gobierno unitario. Alega que no es una investigación profunda, sino que tiene
un estilo hueco y rapsódico que causa gracia. “Poner el sentimiento en vez de
la razón es de salvajes”, como conservador critica el uso del sentimiento, el
lenguaje colorista y no el de la razón; elementos que no permiten llegar al
descubrimiento de la verdad. Detrás de esos recursos Berro intuye que existe el
temor por parte de Herrera y Obes de reflejar la realidad tal cual es, pretende
distraer con el ruido y el ornamento de la oración.
Censura la
desmesura de los redactores del Conservador, critica su ideología y su estética
ya que dice que es pura retórica y no poseen argumentos reales. Por lo
contrario, propone un argumento empírico, organizado, una clasificación
prolija. Utiliza un lenguaje directo y toma una premisa de lo expuesto por
Julio Herrera y Obes y lo desglosa (página 69). Berro realiza su crítica a
partir de la tesis planteada en el diario el conservador:
·
1-Presenta a América dividida en dos: por
un lado, la civilización ubicada en la ciudad donde se produciría la revolución
americana. Por otro lado, opuesto a esto, encontramos la llamada barbarie
ubicada en el campo en donde se produce la reacción colonial. Del
enfrentamiento de ambos elementos nacen las guerras civiles (Herrera y Obes hace
una generalización planteando la realidad en extremos de blanco o negro,
demasiado simplista, desconociendo la complejidad de la situación vivida en
nuestro territorio)
·
.2- Montevideo defiende la civilización; el
campo (“nosotros” según Berro) defiende la causa legal, la legalidad.
·
3- Rivera es expulsado después del triunfo
de la civilización por servirle a esta, es el líder ( lo cual indica una gran
contradicción)
·
4- Nos debemos a Europa, debemos seguir el
modelo europeo para progresar (europeización)
Prudencio
Berro comienza por la segunda preposición: Montevideo defiende la civilización;
el campo defiende la causa legal, la legalidad. Es decir, no cree en la
diferenciación civilización- barbarie; ellos (los del campo) no se consideran
bárbaros. No son, como dice el diario “masas incultas y fanáticas” sino que son
los verdaderos ilustrados o doctores. Le molesta la postura injuriosa de
Herrera al disfrazar la contraposición de esos dos términos con los de “saber”
e “ignorancia” respectivamente.
En su
pensamiento ellos, los que al principio del diario denomina “barbarie” son los
verdaderos ciudadanos fieles a su deber porque se pusieron de parte de la
autoridad legítima, teniendo como representante a Oribe, quien para Berro era
un caballero decente, arreglado y moral. Por lo tanto, los verdaderos bárbaros
son los seguidores de Rivera, aquellos que se revelaron, rompiendo con el
orden, la justicia y la política; serían el verdadero elemento reaccionario en
esta lucha.
¿Si Oribe
se hubiera impuesto en el poder, sería razonable que tantas personas dejaran
todo para seguirlo? Berro responde a esto basándose en el documento “El
defensor” donde reafirma su idea de que en realidad los que apoyan a Rivera son
los verdaderos bárbaros. Este documento expone que vecinos de aquella ciudad
declaran haber salido a contribuir con sus esfuerzos a la restauración de
Poderes legales, y a la independencia de la patria. Por lo tanto, si seguir a
Oribe fuera ilegal no hubiera ocurrido esto. Lo que comprueba que “El
Conservador pretende revestirnos de toda la aspereza y ferocidad del hijo
inculto del desierto.”
Entonces,
los rebeldes salvajes por sus características no representan elemento ninguno
de progreso ni de civilización. Sí lo representan los seguidores de Oribe,
quien tomó la presidencia de manera legal. (1835-1838)
A
diferencia de “Rivera, que como presidente o como General de campaña conmovía,
relajaba y desestimaba el gobierno, sea en su parte administrativa, sea en su
parte política. Para sus necesidades de caudillo, o para sus prodigalidades
personales las rentas públicas eran devoradas por él sólo: y el gobierno de la
Nación se constituía por su causa en su tesorero y centro de desorden y
relajación perpetuos"
Esta idea
la reafirma Herrera cuando expresa sobre Rivera: “Acostumbrado a gobernar desde
la campaña lejos del contacto de la parte más civilizada de la población:
nutrido en esa omnipotencia de poder y facultades que le hacían dueño de vidas
y haciendas sin consideración ni responsabilidad de ninguna especie:
acostumbrado, en fin, a no mirar las formas legales sino como una pantalla,
cuya sombra le convenía para ocultar la deformidad de su existencia política…”
Aquí se
aprecia un individualismo que Berro critica desde su perspectiva neoclasicista,
y que lo hace rechazar en primer lugar la figura del caudillo. Este autor consideraría desde su visión, que
lo correcto es tener en cuenta al gobernar las necesidades y pensamientos de
una colectividad, la cual estaría integrada, según él, por los denominados
“doctores”.
Berro se
pregunta si hay algo en ese movimiento (la rebelión de Rivera) que pueda
atribuirse a la acción del principio de la civilización. Respondiéndose a sí
mismo que no lo hay, porque la verdadera revolución implica una emancipación no
una reacción con intereses individuales. Por lo tanto, la figura del caudillo
dice una cosa y hace otra, o sea tiene un doble discurso. No le da importancia
a los intereses comunes de la sociedad sino a los suyos. La dominación de
Rivera ha sido con un gran desorden, inmoralidad, brutal arbitrariedad, sin
pensar en una buena administración, en el fomento de la ilustración, y menos en
el progreso social. Como dijimos antes el tercer punto de la tesis de "El
Conservador" era que Rivera fue expulsado del pais porque triunfó la
civilización y por servirle a ella. Berro frente a esta afirmación expresa que
Rivera y los salvajes unitarios son lo mismo, pues fue con ellos que impulsó la
anarquía, la rebelión y el desorden:
"Con ellos se rebeló, con ellos combatió contra la autoridad legal, con
ellos la derrocó echando por tierra la constitución y la soberanía del pueblo,
se declaró poder absoluto de la Nación, con ellos también fue a subvertir el
orden e introducir la anarquía en la republica Argentina, por ellos, por último
se alió a la intervención europea vendiéndoles los intereses de la patria y de
la América".
Rivera
pretendía sustituir el imperio de las cosas a la influencia de las personas y
conquistar la estabilidad, dice que así se lograría la tranquilidad de los
estados americanos. Por esto promueve la Revolución Americana afirmando que es
un gran pensamiento, una gran necesidad para el progreso humano y para
desarrollar el bien común en lugar del individual.
Es el General de la regeneración americana,
esto lo manifiestan en "El Nacional", número uno de su segunda época,
redactado por Rivera Indarte y Andrés Lamas: "Bella es la vida del hombre
que puede ofrecer en su sola individualidad la historia de toda una nación:
nosotros recorreremos las épocas tempestuosas de nuestros primeros esfuerzos
por ser libres, por ser hombres. Y el General Rivera se nos presenta siempre a
la cabeza de esa cruzada de valientes (...)acaba de abrir una nueva época a su
patria y esta época es fecunda (...) solo un genio sobresaliente, libre y sano
como el suyo puede dar a estos países enlutados la felicidad que tanto
merecen".
Por lo
tanto, "El Conservador" engaña, miente. Y la verdadera barbarie son
Rivera y sus seguidores que son los que realmente utilizan y aplican la
corrupción en estas tierras.
Berro
concluye diciendo que es totalmente falso que Rivera fue expulsado por efecto
de un triunfo de la civilización y con el objeto de servirla; fue expulsado por
propiciar la corrupción y no regirse por las leyes. Ellos no son bárbaros sino
Herrera y sus seguidores porque insultan e injurian a su patria (América),
disfrazando la contraposición con otros términos. Agrega que disputas y choques hay en todos lados y
que, "no es raro que los que saben menos hagan triunfar sus errores de los
aciertos de aquellos que saben más". Con esta idea continúa manifestando
que los bárbaros son Rivera y sus seguidores porque gobiernan una limitada zona
de la Banda Oriental, en base a la rebelión cuando por ley, o sea,
constitucionalmente el presidente es Oribe.
La pregunta
que se hace en la polémica es la siguiente: ¿cuál es el origen de esa gran
mayoría nacional a que los salvajes unitarios dan el nombre de partido blanco?
Berro responde a esto afirmando que son una masa porque el pueblo en su mayoría
sigue al poder político. Éste no busca barbarie sino civilización, principios
de orden y estabilidad. Todo esto, según Berro, se encarna en la figura de
Manuel Oribe: caballero, noble, distinguido y con buenos antecedentes en
oposición a Rivera quien es el "desorden, anarquía y ruina
personificados".
Recursos
estilísticos en la obra:
·
Contrastes : civilización-barbarie
Campo-ciudad
Saber-Ignorancia
·
Comparación: “(…) con su jefe Oribe (así
nos llama el Conservador) en una
horda
de bárbaros salidos del desierto, que quieren, en puro
odio a
la ciudad, arrojarse a ella como hienas a una presa
que anhelan devorar” (pág.73).
“(…) domar y carnear es tan concebible con el progreso
como tejer telas y destripar terrones (…)” (pág.110)
·
Preguntas retóricas: “¿Cuál es el origen de
esa gran mayoría nacional a
que los salvajes unitarios dan el nombre de partido
blanco? Ninguno hay que lo
ignore. (…)”(pág. 74)
·
Uso de citas
·
Anáforas: “Defiéndase(…), defiéndase (…)”
(pág. 72)
“Con
ellos (…), con ellos (…)” (pág.92)
“(…)
¿por qué (…)?, ¿por qué (…)? (…)” (pág.102)
·
Hipérbaton: “Natural sería (…)” (pág.92)
“Lucha no ha habido otra (…)” (pág. 93)
“Tiempo hace (…)” (pág.105)
·
Paralelismo antitético: “(…) el fundamento
contrario (…) el fundamento
mantenedor (…)” (pág. 104)
·
Metáfora: “ (…) ríos de sangre (…)” (pág.
120)
·
Personificación: “Llamó a la igualdad y a
la ley a todos los hombres, ved la
Igualdad y la ley diciendo al son de los cañones: los
pueblos no son el patrimonio de los tiranos,
la ley y la
igualdad para todos” (el Conservador, pág. 71).
“La América (…)” (pág.120)
·
Evocación (llamado de atención): “Oídlo
(…)” (pág.120)
·
Ironía , tono irónico: “Estas cortas
reflexiones (…)” (pág. 154)
CONCLUSIÓN:
Por lo
expuesto sobre esta “polémica”, podemos concluir que si bien ni Julio Herrera y
Obes ni Bernardo P. Berro estaban de acuerdo con la existencia ni la
personalidad del caudillo aunque también tenían grandes diferencias en muchos
aspectos ya mencionados.
BIBLIOGRAFÍA:
Ø
Nahum, Benjamín, “Breve historia del
Uruguay independiente”, Editorial Banda Oriental.
Ø
Herrera y Obes, Manuel; Berro, Bernardo
Prudencio, “El caudillismo y la revolución americana. Polémica”, 1966,
Montevideo. Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos uruguayos, volumen 110”.
Ø
Cuadernos de Marcha
Ø
Caetano, Gerardo; Rilla, José, “Historia
contemporánea del Uruguay”, Editorial De fin de siglo.
GUIDAÍ GÓMEZ
BRENDA CASTRO
CLAUDIA MIRABALLES
LITERATURA URUGUAYA
PROF. FERNANDO SUÁREZ
3°4 LITERATURA
18/6/12
CERP DEL SUR
ATLÁNTIDA, CANELONES
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